En 1817, un norteamericano, el diplomático Henry M. Brackenridge, fue testigo de la
extraordinaria difusión que había tenido en el pueblo rioplatense la canción patriótica,
con letra de Vicente López y Planes y música de Blas Parera, que la Asamblea del año
1813 había consagrado como Marcha Nacional.
La necesidad de tener una canción patriótica se sintió en Buenos Aires en 1812,
es decir antes de la Declaración de Independencia. Las llamadas entonces
Provincias Unidas de Sudamérica se habían dado un gobierno propio el 25 de
mayo de 1810, y en 1812 el gobierno del Triunvirato había pedido una marcha
patriótica. Unos meses después, el 11 de mayo de 1813, se reunió una Asamblea
Soberana. La Asamblea encargó al abogado Vicente López y Planes la creación
de la letra, y luego encomendó al músico y empresario teatral catalán Blas
Parera que le pusiera música.
HIMNO NACIONAL ARGENTINO (original de 1813)
¡Oíd, mortales!, el grito sagrado:
¡libertad!, ¡libertad!, ¡libertad!
Oíd el ruido de rotas cadenas
ved en trono a la noble igualdad.
Se levanta a la faz de la Tierra
una nueva y gloriosa Nación
coronada su sien de laureles
y a sus plantas rendido un león.
De los nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar
la grandeza se anida en sus pechos
a su marcha todo hacen temblar.
Se conmueven del Inca las tumbas
y en sus huesos revive el ardor
lo que ve renovando a sus hijos
de la Patria el antiguo esplendor.
Pero sierras y muros se sienten
retumbar con horrible fragor
todo el país se conturba por gritos
de venganza, de guerra y furor.
En los fieros tiranos la envidia
escupió su pestífera hiel.
Su estandarte sangriento levantan
provocando a la lid más cruel.
¿No los veis sobre Méjico y Quito
arrojarse con saña tenaz,
y cuál lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabamba y La Paz?
¿No los veis sobre el triste Caracas
luto y llanto y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir?
A vosotros se atreve, argentinos
el orgullo del vil invasor.
Vuestros campos ya pisa contando
tantas glorias hollar vencedor.
Mas los bravos que unidos juraron
su feliz libertad sostener,
a estos tigres sedientos de sangre
fuertes pechos sabrán oponer.
El valiente argentino a las armas
corre ardiendo con brío y valor,
el clarín de la guerra, cual trueno,
en los campos del Sud resonó.
Buenos Aires se pone a la frente
de los pueblos de la ínclita Unión,
y con brazos robustos desgarran
al ibérico altivo león.
San José, San Lorenzo, Suipacha.
Ambas Piedras, Salta y Tucumán,
la colonia y las mismas murallas
del tirano en la Banda Oriental,
son letreros eternos que dicen:
aquí el brazo argentino triunfó,
aquí el fiero opresor de la Patria
su cerviz orgullosa dobló.
La victoria al guerrero argentino
con sus alas brillantes cubrió,
y azorado a su vista el tirano
con infamia a la fuga se dio;
sus banderas, sus armas se rinden
por trofeos a la Libertad,
y sobre alas de gloria alza el Pueblo
trono digno a su gran Majestad.
Desde un polo hasta el otro resuena
de la fama el sonoro clarín,
y de América el nombre enseñando
les repite: ¡Mortales, oíd!
Ya su trono dignísimo abrieron
las Provincias Unidas del Sud!
Y los libres del mundo responden:
¡Al gran Pueblo Argentino, salud!
Sean eternos los laureles
que supimos conseguir:
coronados de gloria vivamos,
o juremos con gloria morir.
(Se canta después de cada estrofa)
Letra: Vicente López y Planes
Música: Blas Parera
La letra original de 1813 es mucho más larga, pero desde 1900 la versión oficial
es la abreviada de este modo:
Oíd mortales el grito sagrado
Libertad, libertad, libertad
Oíd el ruido de rotas cadenas
Ved en trono a la noble igualdad
Ya su trono dignísimo abrieron
Las Provincias Unidas del Sud
Y los libres del mundo responden
Al gran pueblo argentino salud
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir